Historias de semillas criollas
Escrito por Gabriel Bravo, Cofundador de Semillas Plantae.
Desde que comencé el camino de trabajar parcelas, empezando a volar pico a las 5 de la mañana y sentándome a descansar para admirar el poderoso proceso de moldear el suelo; las semillas siempre estaban jugando en mis manos. Existe una cierta obsesión con simplemente tocarlas y meter una y otra vez las manos en un tazón lleno de maíz o frijoles.
Desde el inicio buscábamos semillas criollas, hablábamos con los vecinos de la finca, conversábamos con el administrador del restaurante de Musgo Verde en la montaña sobre sus historias de semillas de antaño. La zona de Copalchí, ubicada a 5 km de mi finca y todos los pueblos rurales cafetaleros del sur de Desamparados y Aserrí, esconden una riqueza genética bárbara que poco a poco iría revelándose con alegría. Esta es solo la experiencia de las zonas aledañas al lugar donde he vivido por casi 12 años ya; hay cientos de comunidades y pueblos ahí afuera en Costa Rica donde se preservan silenciosamente docenas o cientos de reliquias campesinas con enorme valor genético, cultural, agronómico y culinario.
En este artículo voy a retratar 3 historias sobre cómo han llegado a nuestras manos semillas que actualmente ofrecemos en el catálogo de Semillas Plantae.
COPALCHÍ Y EL ALUMBRE
Tengo mucho contacto con estas comunidades; la señora que nos hace las tortillas nixtamalizadas vive en el Alumbre, Don Varo es el esposo de Zoraida, la maestra de las tortillas. He conseguido material interesantísimo con Varo casi que cada vez que los voy a visitar, específicamente hemos logrado rescatar 3 variedades directamente de esta fuente: Maíz La Lumbre, frijol Timborillo y recién conseguimos frijol Siete Semanas.
Maíz la Lumbre fue una variedad que tuvimos que bautizarla con ese nombre porque no tenía realmente; la primera vez que vi guindando una mazorca en el corredor de la casa de Varo, simplemente me voló la cabeza, estaba hipnotizado de ver tal joya secando en un horcón a 6 km de distancia de mi casa. La variedad se había hecho famosa rápidamente en las fiestas del pueblo porque las características del grano lo hacen especialmente bueno para pozol. Originalmente la semilla llegó a la comunidad a través de don Walter, un señor mayor el cual logré rastrear y le di una visita; él consiguió el material en la Legua de Aserrí (zona popular por albergar semillas criollas como el maíz Rabo de Zorro). Hasta ahí quedó la investigación y resulta que dando una charla de semillas con el MAG hace unos 6 meses atrás, un asistente oriundo de la Legua se levanta y dice:
“conozco esa variedad, fue introducida en la zona hace más de una década de alguien que trajo semillas de méxico..”
Las semillas criollas abren sus propios caminos y escriben sus propias historias, Don Varo me introdujo hace poco a un frijolito criollo café, perfecto para pintos y casados, al cual le llaman “7 semanas” debido a su veloz desarrollo para cosechar. Le enseñé la variedad a Bernal, un campesino oriundo de Copalchí y colaborador de la finca, estaba asombrado de volver a ver ese frijol, lo consideraba ya perdido. Experimenté como un niño emocionado y dicho y hecho, una variedad impresionante, pronto a salir al catálogo para que huerteros y huerteras disfruten de esta genética.
SAN RAMÓN DE ALAJUELA
Mi esposa y toda su familia son oriundos de San Ramón, un cantón con un contexto profundamente campesino. Actualmente tenemos 2 variedades del catálogo que han salido de esta hermosa zona; Ayote criollo San Ramón y Ayote Sapo. El primero salió de una experiencia de mi suegra en un trapiche en el Bajo de la Paz, donde pudo apreciar como la familia propietaria estaba sumergiendo ayotes directamente en la paila de dulce. Miembros de la familia explicaron como llevaban tiempo sembrando este ayote porque proporciona las características de textura ideales para poder cocinarlo en el dulce y que absorba y mantenga la firmeza y textura. Un ayote sumamente productivo, de buen tamaño y sabrosísimo.
Mi suegra tuvo la iniciativa de guardar semilla para nosotros e inmediatamente comenzamos a hacer parcelas experimentales
De igual manera el abuelo de mi esposa, don Rodrigo, es un señor de más de 90 años de edad, apasionado por hablar del campo y de sus vivencias creciendo. Un día se le presenta un vendedor de verduras a las afueras de su casa y tenía en sus manos un ayote cuero de sapo o piel de lagarto; hermosísimo, de forma achatada y no se porqué pero simplemente tengo una fijación con el gen que expresa la textura verrugosa, lo encuentro fascinante y digno de representar la escencia de la agrodiversidad. Pues resulta don Rodrigo nos guardó este ayote especialmente para nosotros, los locos de la familia por las semillas, recuerdo estar realmente agradecido y dislumbrado con el gesto de don Rodrigo y por la simple belleza del material que nos había proporcionado.
De nuevo alisté suelo y sembré las semillas. Este ayote ha pasado por un proceso un poco más riguroso de selección para intentar homogenizar más su forma y textura a través de los años, uno de mis favoritos sin duda.
LA CIMA DE DOTA
Tenemos muchísima relación con agricultores orgánicos de cepa de esta increíble región, instalados en las montañas altas en un lugar de paz. Escuché hablar por primera vez de una vainica criolla de agricultores de la Cima en el INA de la Chinchilla hace muchos años. Estuvo en las manos del centro educativo un tiempo y luego lastimosamente se perdió. Años después mi amigo Eduardo Gómez, de Finca El Mirador, me logró conseguir un puñitico y ahí empezó una relación de años que perdura hasta el día de hoy con este material. De ese puñito hemos pasado por más de 3 o 4 años de proceso para incrementar la semilla. Lo que más me cautiva de la semilla en sí es que sea de color blanco y un poco alargada, resiste bien a condiciones de lluvia, es arbustiva y sumamente prolífica. He sembrado para autoconsumo en cajones de 1 metro cuadrado y he logrado cosechar hasta 5 kg de vainica fresca de altísima calidad.
Por qué tenemos que estar dependiendo exclusivamente de semilla importada de vainica “PROVIDER”
Nada malo con esta variedad comercial pero “vainica La Cima” (como la debimos bautizar también por carecer de un nombre popular) representa una excelente alternativa. Claro está, no es fácil ser productor comercial y guardar semilla para sus siembras posteriores, requiere disciplina y planeamiento, pero sólo de esa manera podemos en parte realmente reconectar y fortalecer nuestra autonomía productiva. Conversando con Don Oscar, el padre de Eduardo, me cuenta que esa semilla vino originalmente de la zona de Poás de Alajuela, así que su historia real es mucho más mágica y compleja de lo que podríamos imaginarnos.
Me alegra saber que tenemos tanta variedad de semillas criollas que están a nuestra disposición gracias a ese amor por la tierra que tiene platae!
Me encantó este relato y de donde provienen las variedades de semillas del catálogo, soy simplemente un aficionado en esto de la siembra, pero me encanta poder darle productos orgánicos a mi familia. Siembro de todo porque se me ha hecho ya costumbre tener algún producto para la casa en algunos fracaso y en otros no pero es parte de la pasión que se siente por estar en la tierra.
Que reconfortante y mágico es leer historias cargadas de sentimiento, vida y esperanza.
Gracias por rescatar lo nuestro y devolvernos semillas sanas y sin ninguna alteracion genética.
Sus historias nos trasladan a ese sentimiento de pertenencia y de siembra.
Me encanta,! Y cuando vas a hablar de la vainica mágica de san luis? Sin duda unos de mis siembro preferidos por la cantidad de vainica y su color… Esperamos más historias!
Tengo una parcela en San Ramón, me gustaría sembrar el ayote criollo San Ramón y el ayote sapo. Ya una vez sembré ayote y tuve muy buena cosecha. Pero no se que variedad era
Muy bonitas las historias,a mi me llamo la atención el maíz alumbre, lo deseo sembrar, soy de Aserrí y no sabía que era originaria de la zona la semilla